Los primeros cultivos en nuestro territorio fueron, muy probablemente, de cereales (trigo, cebada) y leguminosas (garbanzos, habas, lentejas, guijas y guisantes). Los poblado- res argáricos (1.900-1.300 aC), situados junto a ramblas, comienzan a practicar sencillas técnicas de riego como el abancalamiento del terreno, la construcción de terrazas o de pequeñas presas para desviar el agua a los cultivos (riegos de boquera). Estas técnicas les permiten el cultivo de plantas más exigentes, como lino, almez, higuera, algarrobo o vid. No obstante, cereales y leguminosas constituyen los cultivos dominantes en este periodo.
Desde la cultura ibérica (siglo VI aC), hasta la Edad Moderna (siglo XVI dC) la trilogía mediterránea: cereales (trigo, cebada), olivo y vid, dominaban el paisaje agrario murciano. Otros cultivos probables en este periodo fueron almendro, higuera, granado y nogal. Desde el exterior se introdujeron nuevas técnicas de cultivo y aparatos propicios para la modernización de la agricultura, como el arado y medios de transporte (carros tirados por animales) aportado por los fenicios.
En la época romana, nuestro territorio se convirtió en zona de suministros agrarios (principalmente cereal, aceite, vid y ganado). Dos productos importantes que atrajeron también a los romanos fueron el esparto y el colorante que se obtiene de una cochinilla parásita de la coscoja. En esta época se documenta ya la presencia de otros cultivos como melocotonero, membrillero, manzano enano, acelga, alcachofa, apio, berza, lechuga romana, nabo, zanahoria (Rivera y Obón de Castro 2004).
La época medieval coincide con una etapa de especial orecimiento agrícola, iniciada en el siglo IX. En el paisaje agrario, además de la trilogía mediterránea, sobresalían las palmeras, distribuidas de forma aleatoria […].
Entre los nuevos cultivos hay que destacar: cítricos (limones, cimbobas, cidras, limas), frutales (ciruelos, perales, manzanos, al- baricoqueros, cerezos) morera, pistacho, algodón, mijos y sorgos africanos, así como diversas hortalizas asiáticas y africanas (judías de a metro, berenjenas, sandía, melón, pepino, calabacín, calabaza de agua, ajo, cebolla). No obstante, estos cultivos debieron ser escasos a consecuencia, entre otros factores, de la reducida población. El naranjo, en un principio, fue cultivado sólo como elemento ornamental debido al perfume de las ores de azahar, y luego por sus frutos.
En la época feudal (siglos XIII-XV), cultivos relevantes fueron el arroz, el lino y el cáñamo, sobre todo alrededor de los armarjales (Martínez Carrión 2003). No obstante, por problemas de contaminación, pronto se prohibió amerar o cocer el lino y el cáñamo en las balsas construidas en el río y acequias, dentro de la ciudad y en su entorno próximo. Productos de cierta relevancia en esta época fueron también el esparto, la cera y la miel (Torres Fontes 1971).
Durante la edad moderna (Calvo 1975), en el siglo XVI, se diversifican aún más los cultivos. Entran productos procedentes del continente americano (patata, tomate, pimiento, maíz, cala- baza, judía, cebada, alfalfa, chumberas, piteras), aunque en ningún caso llegaron a constituir cultivos dominantes en esta época. Se introduce también la caña de azúcar, aunque pronto desapareció. El principal cultivo en esta época fue la morera. Su difusión por los regadíos murcianos fue espectacular, hasta el punto de modi car totalmente los paisajes agrarios. Así, hacia mediados del siglo XVI, el 60% de la Huerta se encontraba plantada de moreras, con unas 600.000 plantas, entre la Contraparada y Beniel. La producción de hoja de morera para la industria del hilado de seda, junto a la producción de cereales y la demanda exterior de lana condujo a la expansión agrícola murciana, entre los siglos XVI y mitad del XIX (con algunos periodos de recesión).
La agricultura murciana, a partir del siglo XIX, experimentó grandes cambios como consecuencia de las reformas liberales y la expansión de los mercados. En 1803 (Calvo 1975) la superficie agraria estaba dominada por alfalfa y cereal forraje (37,1 %) para la alimentación ganadera, arbolado (33,2 %, en gran parte moreras) y cereales (25,7 %). Las hortalizas y legumbres, con sólo un 2,8 % de los cultivos, se destinaban fundamentalmente al autoconsumo. Además, se cultivaba vid y plantas textiles, con una superficie inferior 1%.
Hacia mediados del siglo XIX, las plagas y enfermedades del gusano de la seda y la morera, junto a la caída de los precios de la seda, relegaron la morera a los márgenes de las parcelas y a los bordes de caminos, junto con las higueras y otros frutales. El vacío de- jado por la morera se ocupó por productos hortofrutícolas (Pérez Picazo y Lemeunier 1987, Quiñones 1980), entre los que destacaban los cítricos y el pimentón. El trigo y la cebada se sustituyeron en gran parte por maíz, hortalizas y algunas leguminosas. De esta forma se produce una transformación significativa del paisaje agrario de la Huerta.
Durante el primer tercio del siglo XX continúa la intensificación y especialización de la agricultura hortofrutícola, impulsada por nuevas tecnologías agrarias relacionadas con abonos, fertilizantes y el inicio de la mecanización de la huerta. No obstante, hasta la década de 1950 no llegan los grandes cambios de la agricultura, con la extensión de la super cie de cítricos, la disminución de los cultivos hortícolas y la desaparición de los ár- boles que se cultivaban en los linderos. La arborización de la huerta fue consecuencia de la disminución del nivel freático y, sobre todo, por la menor necesidad de mano de obra del cultivo de cítricos (Mata y Fernández 2010). […]
Información: «Huerta de Murcia. Hacia un sistema agropolitano sostenible y resiliente» José M. Egea Fernández y José M. Egea Sánchez