La historia de la ocupación del suelo huertano y la expansión del riego, es la del esfuerzo por dominar las fuertes avenidas de los ríos Segura y Guadalentín. Dichas avenidas fueron rellenando el valle murciano y proporcionando tierras de excelente calidad para el cultivo, pero al mismo tiempo formaban zonas pantanosas donde no era posible el asentamiento humano. Por ello los restos de estos asentamientos se han localizado en las laderas de las montañas, a salvo de las inundaciones.
Por tanto, el fondo del valle no tiene una ocupación agrícola permanente hasta la época musulmana, ya que los árabes llevaron a cabo una política hidráulica, construyendo presas o azudes, canales y acequias, e intensificando los cultivos de regadío.
La reestructuración y distribución de los riegos que realizan los árabes da origen, al mismo tiempo a que de un régimen latifundista se pase gradualmente a la aparcería y a la subdivisión de la propiedad, causa lógica de la posterior diseminación de la población y multiplicación de la pequeña propiedad.
Con la conquista cristiana a finales del siglo XIII la población musulmana emigra hacia Granada por lo que la región se vacía. Por ello Alfonso X El Sabio realiza importantes repartos de tierras a los cristianos mediante «donadíos» (regalos a la reina o a ciertos nobles) y «heredamientos» ( de menor tamaño, cuya consecución implicaba algunas obligaciones como ser vecino de Murcia, participar en su defensa, etc…) lo que daría lugar al predominio en la huerta de pequeñas explotaciones agrícolas.
Se suceden, desde el siglo XIV al siglo XVII, épocas de crisis y de prosperidad, alcanzando la huerta su mayor esplendor en el siglo XVIII, realizándose obras de desecación y saneamiento y alcanzando gran auge el cultivo de la morera (introducido en el siglo XV) así como el comercio de la seda. Se construye el Malecón del río, el canal del Reguerón y las presas de Puentes y Vadeinfiernos en el curso del Guadalentín.